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Memorias del Fuego. Apenas comenzando a tejer #TejiendoSueñosDePaz

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El del jueves fue un fuego súper bonito. Llegamos como a las 6 y con la complicidad de Carito, Larisa y varios muchos del grupos de Karma Yoguis, caminamos después de comer hasta la casita como les llaman los del Ashram. El lugar estaba espectacular, el hogar de fuego con piedras grandes recién sembradas por varios de ellos. Estábamos en San Rafa, uno de los tantos rinconcitos Antioqueños que aún nos quedan con selva viva, al calorcito de la noche y a 30 pasos del río. El cielo estaba nubado, pero recién llegamos, comenzó a mostrar una que una estrellita entre las nubes. Para armar el fuego no nos tomamos más de 10 minutos. Todos movimos leña, todos aportamos al movimiento y el encendido fue súper feliz. El abuelito encendió y se mantuvo alegre hasta que nos despedimos. Cuando lo encendimos acordamos dos propósitos: darle la bienvenida al fuego del encuentro, e ir a darle una última pasada de cariño a la casa a la que llegó la familia de Bogotá. Encendido el fuego y con muy buen Copal fuimos hasta la casa, nos propusimos el tener buen cariño, bastante amorcito en el pensamiento, y sahumeriamos, yo creo que casi todos, con envidia de la buena de quedarnos en el lugar, que aunque super sencillo y en cambuches, estaba organizado con un cariño que se notaba en cada pequeñito detalle. Cumplidos los dos propósitos esperamos con tranquilidad, como se debe, dicen los antiguos, a que el fuego consumiera lo que quedaba de leña. Cerró bonito, vimos en él el espejo de las estrellas y nos fuimos a dormir.




El del viernes fue un día de 3 fuegos. El primero en la mañana, encender el de la Tulpa, como lo llaman en el sur, atendiendo el pedido de Carito y que felizmente encendimos entre 5. El segundo, uno que se debería dejar preparado al interior del salón de yoga; solo posible un fuego bonsai, fuegos que requieren otros combustibles y hay que estar atendiendo todo el tiempo. Afortunadamente teníamos entre nuestro equipaje, las ramitas que quedaban del árbol de Coca de la Casa de Amparo. Eso y buenas velas de todos los colores nos permitieron hacer un fuego, medianito pero grande, suficiente para poder brindarnos la vibración del fuego y los humitos del copal, a todos los que estábamos en el salón.




El tercero, el mayor, se abrió con mucho cariñito, deshierbando el espacio que ya alguna vez había dejado rezado una abuela y sin hacerlo tan grande para tratar de respetar dos palmitas que estaban creciendo adentro del círculo de piedra. Cuando se inició estaba súper feliz, pero por aquello del tiempo, las mamachas decidieron que se debería comenzar a sahumar de una, a pesar de que el fuego aún no tenía buen corazón, lo que normalmente llamamos brasa. Finalmente se organizó, se fue levantando y nos entramos todos para el salón, lo que significaba estar frecuentemente dándole vuelta, y obvio, sin dejar nunca que se apagara. Cuando regresamos después del salón, el fuegito, el abuelo se portó curioso. Algunos dirían que el fuego se pasmó, que no levantaba, pero tanto el clima como la leña estaban muy buenos. El fuego decidió quedarse en corazón. Al final en la mambeada con el Runa y con los que quedaban, llegábamos a la conclusión de que la energía que se sentía era como de corazón abierto, como de dulce nostalgía. Esa noche recuerdo, todos terminamos cantando con muchas ganas el Antídoto. Runa fue el último en irse, antes de que se cerrara el fuego. Fue un muy, muy buen día y deberíamos levantarnos a las 5:30 para el baño con plantas y el Satsang. El abuelo quedó cubierto con 4 leñitos y obviamente asegurado de no tener por donde salirse. En eso entre otras, este es un territorio de fuegos privilegiados.




El del sábado era el fuego retador. Estábamos al aire libre y la noche amenazaba con lluvia. Todos los del encuentro iban a estar ahí, incluso el Mayor, la Mayora y la Princesa de los Musicas. Era la noche para nuestra propuesta de Ancestralidad y Música Medicina.


El encendido estuvo bello, el más diverso de los que alguna vez me había tocado. Estaban el Indio, Simona, Mila y algunos más de los de la primera. Los compas de Búcara, los de Pereira, los de Cali, los de Popayán, Pasto, los de Copa… El cielo así como asá, pero con el primer tabaco mostró ventanita. Luego llegaron el Mayor, Nirmala, el resto de la familia. El señor Tunupa, el abuelo Rayo, comenzó a sonar más y más cerca y de un momento a otro, entre los saludos, se largó a llover. Aquello de sortear fuego con lluvia no es nuevo para muchos de nosotros, pero obvio, una cosa es una avioneta de un pasajero y otro un avión de 70 personas. Algunos, la verdad no se que tantos, abandonaron con las primeras gotas. Pero gran parte de los que estábamos se quedó ahí a la expectativa y tan pronto se sale un “por aquí como que no fué” el Runa y Jose se vinieron con una descarga de aquellas que pusieron a todo el mundo a bailar y a cantar en armonía, momento sublime de una ceremonia de fuego. Obvio las lagrimas brotaron cuando el cielo escuchó, la lluvia paró, no se si en algún momento totalmente. Ese día en la tarde habíamos ido muchos al río. Ese día, como todos los otros, todo todo estuvo muy bello. Y el momento del río espectacular. Sebas estaba preocupado porque no íbamos a llegar a tiempo. Desde la salida ya teníamos la misión perdida. Lo que concluimos fue “frescos, igual no lo íbamos a lograr”. Tan pronto los últimos nos metimos al agua, luego de los respectivos saludos al río y a su espíritu, comenzamos a rodar la bola y el Jose se animó a convidarlos a regresarnos. Obvio, nadie se quería salir, pero cuando les contamos que era el turno de los hermanitos del Ashram, ninguno se negó. Eso si, nos quedamos amablemente esperando hasta que el último arrancara. La verdad no se que tan tarde llegamos pero Carito nos recibió súper sonriente y lo único que me dijo fue “espero que hayan pasado muy bueno”.


Cuando en la noche volvió a llover a todos nos dio fue risa. Las guitarras ya como que se estaban comenzando a volver blanditas y a Runa y a Jose sentíamos, ya no les quedaban muchos dedos en la mano. Salimos cada uno tan pronto pudimos hacia el Ashram. Un muy buen grupo se quedo ayudando a recoger el fuego. Creo que casi todos los mismos nos fuimos en turnitos a cambiarnos y a ponernos ropa seca. Tan pronto encendimos fueguito hicimos nuestros acuerdos. Comenzamos a cerrar fuego a las 12 y tuvimos uno de esos bellos imprevistos. Con la nueva aparición de el Antídoto, uno de los parceros de Manila comenzó a llorar y después de abrazar muy buen rato, copaleamos, se ofreció al fuego y se ofrecieron los huesitos como dice la familia Piaroa. La noche para todos creo, fue inolvidable. “Caminando felices como niños bajo la lluvia”, pronunciamos muchos cruzando el puente sobre el río, a la entrada del Ashram.


El del Domingo fue un fuego más complejo, muy desordenado dirían los más mayores de esta ciencia. Nos fuimos por el formato Bonsai para acompañar a los compas del mural. De recursos estabamos relajados porque era un fuego de entrega, el último en teoría, y se podía acabar con lo que teníamos. El Mambeo se fue muy bonito, muy fluido, todos fuimos muy muy felices, tanto que Nirmala se quedó hasta las 3. Cantamos, bailamos, pintamos. Los de la cocina como de costumbre otra vez nos consintieron. Mi último recuerdo antes de despertarme es que la “resistencia” se andaba riendo porque al parecer yo andaba cantando canciones dormido. Me levanté y me despedí mientras Jose y Runa le daban serenata a las bellezas que a esa hora ya entraban a trabajar en la cocina.




El despertador sonó a las 7 como todos los lunes. Mi cuerpo decía que no era capaz de levantarse, pero mi espíritu era incapaz de resistirse al llamado de la música y salir a despedirme. Resulta que a esta hora la resistencia ya eran Clarita y las Karma Yoguis. Nos abrazamos, otra vez nos abrazamos, lloramos, reímos. Los que se iban no se querían ir y los que quedábamos no queríamos despedirnos. Típica despedida duende. Ya con la preocupación de vuelos, se nos vino el abrazo final, la confirmación de la alegría, del inicio del tejido.




El fuego del lunes, el último, fue un fuego improvisado, emergente, revolucionario; sin recursos pero resistente. Nos acostamos a las 3 acompañando el parto del ser, del espíritu del mural. Según algunas de las magas, nos falta un águila o un cóndor o los dos, arriba de la Wiphala Chakana. Ayer dizque se cayeron las redes. Nosotros aún en el monte, apenas nos dimos cuenta de eso. Al llamado de la reunión de cierre y sentipensando la energía lo único y lo mínimo era encender un fuego. Oscar una y otra vez salvó la patria y nos consiguió un velón. Nos agradecimos y nos agradecimos y nos agradecimos, y nos mambeamos en la palabra hasta que se paró de pintar y se recogió.




Por lo menos por aquí más felices que nunca, más convencidos que nunca, más esperanzados que nunca. Lo que hicimos todos, todos todos fue una bellísima magia, una sorprendente sanación, un paso muy grande hacia todos los sueños y hacia el gran sueño que tenemos todos. Que lo que hicimos se amplifique, que lo que hicimos se multiplique, que lo que juntos hicimos sea semilla y prospere.


Un honor conocerlos a todos, a tantos, familia. Lo que aquí comenzamos a tejer es muy, muy valioso, una bendición muy muy grande y nuestro mínimo deber con nuestro máximo propósito es que este fuego perdure en nuestros corazones y sobre todo en nuestras acciones.


Jallalla familia, jallalla, jallalla, que así sea.


Mil gracias nuevamente, eternamente al @VanadurgaAshramYoga y a toda la familia por tanto amor, por toda la disposición y por hacerlo posible. @CaroOs, @ProyectoHelios, @LaMucura, @ManuelaMejía, @RunaWayra, @JoseLeonLanau, @DelAguaClara, @LlunaClaveles y todos toditos todos.

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